De Anaximandro a Newton, 2300 años para confirmar la verdadera forma de la Tierra.
De Anaximandro a Newton, 2300 años
para confirmar la verdadera forma de la Tierra.
Por Julio Emilio Stampone
Por qué pedir al cielo lo que está en nuestras
propias manos. Poeta y dramaturgo
Williams Shakespeare (1564-1616).
"¡Ah!
pero un hombre debe abarcar más de lo que tiene al alcance de la mano, si no, ¿para qué está el cielo?"- Poeta Robert Browning (1812-1889).
La
discusión sobre la forma de la Tierra y su lugar en el espacio fue un problema milenario, con opiniones
disímiles e incluso antagónicas, quizás comparables a las frases contrapuestas del acápite; con la
diferencia que el avance tecnológico nos permitió saber perfectamente cuál es
la forma de la Tierra y su ubicación espacial, mientras que en las cuestiones
filosóficas planteadas por Shakespeare y Browning, está en cada uno adoptar la
que dicte su conciencia, siendo ambas igualmente válidas.
Imagen
alegórica creada por IA, basada en Isaías 40:22
Otra referencia interesante que se encuentra en la Biblia es la que sugiere que la Tierra se encuentra suspendida en el espacio, y está expresada en Job 25:7 de la siguiente manera: “Él extiende el norte sobre el vacío, cuelga la tierra sobre nada”. Este versículo se encuentra en el libro de Job, otro de los más antiguos de la Biblia se cree que fue escrito entre el siglo VII y IV a.C. Sin embargo hay quienes opinan que la historia de Job podría ser mucho más antigua alrededor del 2000 a.C.
También
están aquellos que afirman que en alguno de sus pasajes la Biblia da a entender
que la Tierra es plana, como en Apocalipsis 7:1, donde se expresa: “Después de esto vi a cuatro ángeles en pie
sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no
soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol”. Otros
piensan que esta frase se refiere a los puntos cardinales (norte, sur, este y oeste) y no a una Tierra plana. El Libro de Apocalipsis fue
escrito por el apóstol Juan alrededor del 95-96 d.C.
Hay
que tener en cuenta que la Biblia en muchos de sus pasajes utiliza un lenguaje figurado y poético, y no da una descripción científica de la forma de la Tierra y su ubicación espacial.
En la antigüedad muchos pensaban que la Tierra era
plana, de forma circular para unos y cuadrangular
para otros, y que no flotaba en el espacio, sino que lo hacía en un medio
acuoso infinito o que estaba sostenida por columnas o animales fantásticos. Por
supuesto, en esa época no sabían de la existencia de una fuerza llamada
gravedad que juega un papel crucial en el equilibrio dinámico del sistema solar
y del universo. Isaac Newton aún no había nacido; y lo que no se conoce no
existe.
Entre las
civilizaciones que tuvieron pensadores que sostenían que la Tierra era plana,
estaban los babilonios, los egipcios, los chinos, los hindúes, los nórdicos y
los amerindios, cada una con sus características particulares.
Los babilonios. Esta
civilización apareció alrededor del año 2000 a.C. pero su mayor desarrollo fue
entre los años 1792 a.C. y 539 a.C., habitaron la región comprendida en los
ríos Tigris y Éufrates, en lo que actualmente es Irak.
Ellos creían que la Tierra era un disco plano circular rodeado por un
océano llamado “río amargo” o “mar
salado”, y por encima de la Tierra se encontraba el cielo, también sólido
sostenido por montañas situadas en los bordes del disco terrestre. También
consideraban la existencia de aguas subterráneas dulces representados por la
deidad llamada Apsu.
El mapa babilónico fue
encontrado por una expedición financiada por el Museo Británico entre 1880 y
1881 a unos 30 km al SO de Bagdad mientras se realizaban excavaciones en la
antigua ciudad de Sippar (actual
Tell Abu Habbah) situada a orillas del río Éufrates.
Mapa babilónico del mundo: foto Osama Shukir Muhammed Amin, en
Wikimedia Commons
Está construido en una tablilla de arcilla cuyas dimensiones
aproximadas son 12,20 cm de alto por 6,20 cm de ancho, y actualmente se
encuentra expuesto en el Museo Británico en Londres.
Se considera que el mapa fue creado alrededor del siglo VI
a.C., pero una nota al final de la tablilla dice que el mapa es copia de otro
anterior, que según los expertos podría ser
de un período comprendido entre los siglos IX a.C. y VII a.C. El Imago
Mundi aún no fue descripto totalmente, y se
lo considera el primer mapamundi de la historia.
Los egipcios. Ellos tampoco concebían la Tierra como una esfera, la veían como una
extensión plana y rectangular sobre la que se desarrollaba la vida. Mientras
que al cielo lo idealizaban como un gran recipiente contenedor de hierro
(pensamiento posiblemente relacionado con la caída de meteoritos metálicos) y
de agua (pensamiento relacionado quizás con la lluvia). Además tenían una
visión simbólica y mitológica del cosmos, así se aprecia en los textos de las
pirámides que datan del 2435 a.C. y 2306
a.C. donde se describe el cielo como el útero de la diosa Nut y la Tierra plana
sostenida por el dios Shu.
Las representaciones egipcias antiguas aportan información sobre la
concepción del mundo que tenía esta civilización. En las figuras siguientes se
pueden distinguir las imágenes de las deidades Geb, Shu y Nut simbolizando a la
Tierra, la atmósfera y el cielo respectivamente.
Representativa
del mundo. Papiro Greenfield, ‘Libro de la Salida al Día de Nestanebetisheru’,
dinastía XXI (1070 a.C. al 945 a.C.). Obrante en el Museo Británico.
Representación del
mundo en la tapa del sarcófago de Nespekashut, sacerdote de alto rango de la
dinastía XXX (380 a.C. al 343 a.C.). Obrante en el Museo Metropolitano de Nueva
York.
Muchas otras culturas
antiguas también adhirieron al concepto de terraplanismo, entre ellas:
Los chinos. La arcaica cosmovisión china se encuentra registrada en textos antiguos
como el “Shiji” (Registro del Gran Historiador) que data del siglo II a.C., donde
se describe la Tierra de forma cuadrada y plana, mientras que el cielo se
muestra cubierto por una bóveda esférica. Según sus creencias, para los
chinos la Tierra y el cielo estaban separados por una distancia considerable,
en tanto el Sol giraba en un cielo excéntrico respecto a la vertical de China.
Esta creencia prevaleció hasta aproximadamente el
siglo II d.C. época en que el sabio Zhang Heng (78 - 139) además de inventar el
sismoscopio, aparato que detectaba terremotos, también introdujo conceptos
astronómicos más modernos que contemplaban una Tierra esférica y geocéntrica. Aunque quizás poco antes que él,
durante la dinastía Han (208 a.C. – 220 d.C.), los astrónomos de esa época
dejaron registradas ideas que sugieren una forma esférica de la Tierra.
Más tarde, Shen Kuo (1035 - 1091) descubrió el concepto astronómico del norte verdadero;
enunciando además que el Sol y la Luna eran esféricos y no planos, como muchos
aún pensaban, conclusión a la que arribó observando los eclipses solar y
lunar.
Los Hindúes. En la cosmología hindú concebían a la Tierra de forma plana sostenida por elefantes gigantes que, a su vez, se apoyaban parados sobre una tortuga gigante que nadaba en un mar cósmico infinito. En algunas versiones la tortuga y los elefantes estaban rodeados por una serpiente cósmica que simbolizaba el infinito y la eternidad. Estas creencias están registradas en textos sagrados y mitológicos de la india antigua como los Puranas (compilados entre el siglo IV y el siglo XII) y los Vedas (1500 a.C. al 900 a.C.).
Los
nórdicos. La mitología nórdica tal como se conoce se
desarrolló durante la Era Vikinga (793 a 1066 d.C.), pero sus raíces son más
antiguas y se remontan a los ancestrales pueblos germánicos y escandinavos, sin
poder establecerse con precisión el tiempo de sus inicios. Si se sabe que la
península escandinava fue poblada mucho después que el resto de Europa,
alrededor del 9700 a.C.
Los antiguos nórdicos tenían una visión muy
particular y mitológica de la Tierra.
Según sus creencias la Tierra era un disco plano rodeado por un gran
océano, en el centro del disco se situaba Midgard, que representaba el reino de
los humanos, que a su vez se conectaba a diferentes reinos del cosmos a través
del árbol del mundo denominado Yggdrasil.
La Tierra. Visión cosmológica de la
cultura nórdica
Los amerindios. Entre las
civilizaciones amerindias precolombinas culturalmente más relevantes cabe
mencionar a Mayas (2000 a.C. a 250 d.C.), Aztecas (1100 d.C. a 1521) e Incas
(1197 d.C. a 1572 d.C.); todas, a pesar de tener distintos pensamientos
respecto de la forma de la Tierra, sus concepciones estaban relacionadas con
creencias espirituales.
Los Aztecas también tenían
una concepción plana y rectangular de la Tierra rodeada por un gran océano y
dividida en cuatro cuadrantes donde sus respectivas esquinas representaban los
puntos cardinales. En el centro de esta Tierra se encontraba la ciudad capital
Tenochtitlán considerada el centro del mundo.
Los
Incas tenían una cosmovisión rica y compleja. Creían que la
Tierra era una entidad viva y sagrada llamada Pachamama, la Madre Tierra, que
estaba en constante interacción con el cielo y el inframundo. Aunque no hay evidencia clara de
una concepción específica de la forma de la Tierra, su enfoque estaba más en la
relación entre los seres humanos, la naturaleza y los dioses.
Se puede afirmar que la idea de una Tierra esférica no parece
tener arraigo en los pueblos amerindios antes de la llegada de los europeos.
Sus visiones del cosmos estaban más centradas en la interrelación entre la
Tierra, el cielo y el inframundo, y en cómo estos planos influían en la vida
diaria y espiritual.
La
esfericidad de la Tierra
La percepción de una Tierra plana en las antiguas civilizaciones como las descriptas precedentemente, puede
parecer contradictoria si consideramos, por ejemplo, la observación de la Luna
como un disco circular. Pero, existen algunas razones que justifican tal
pensamiento, como ser: a) Ellos tenían una capacidad de observación limitada,
podían ver la Luna como un disco, pero no tenían la tecnología para observar la
Tierra mostrando su curvatura; b) En su vida cotidiana, la Tierra parecía
plana; c) Sus creencias cosmológicas y mitológicas influían en la percepción
del mundo; d) No tenían acceso a la evidencia científica, como la
disponibilidad de instrumentos precisos de medición; y d) La interpretación de
los fenómenos naturales, como los eclipses, podían observarlos, pero no
necesariamente comprender como se originaban.
No obstante, para los eruditos griegos, particularmente los del período clásico (510 a.C. al 323
a.C.), época que se caracterizó por los avances en la filosofía, el arte, la
política y la ciencia; la idea de una Tierra plana que no flotara en el espacio
les resultaba poco creíble.
Tanto es así, que ya en
el siglo VI a.C. Anaximandro (610 a.C. –
546 a.C.) propone por primera vez el concepto de una Tierra finita flotando
en el espacio, aunque de forma cilíndrica.
El concepto primigenio de esfericidad terrestre se le atribuye a Pitágoras (570 a.C. – 490 a.C.).
Sin embargo, no hay
evidencia directa de que él haya formulado esta teoría.
Sus discípulos
invariablemente justificaban sus doctrinas citando la autoridad del maestro,
por lo que resulta difícil distinguir entre los hallazgos de Pitágoras y los de
sus seguidores.
La idea de la esfericidad
de la Tierra tomó fuerza con Aristóteles
(384 a.C. – 322 a.C.) quién en su obra “Sobre el Cielo” argumento que la
Tierra debía ser esférica, por las siguientes razones: a) La sombra de la Tierra durante un eclipse
lunar es siempre circular; b) Los viajeros que se desplazan hacia el sur ven
nuevas constelaciones elevarse sobre el horizonte, lo que sugiere una forma
esférica y c) La forma en que los barcos desaparecen en el horizonte, primero
el casco y luego el mástil. El sostenía que el Sol y los planetas eran esferas
perfectas, que no cambian, y que además se movían en un movimiento circular
perfecto, siendo la Tierra el centro del universo (geocentrismo).
La historia de cómo Eratóstenes midió la
circunferencia terrestre, fue conocida gracias a los escritos de Cleomedes
(siglo I d.C.), quién la relato en su libro “El movimiento circular de los
cuerpos celestes”.
Durante Medievo (476 d.C. al 1492 d.C. para algunos y1453 d.C.
para otros) la idea de que la Tierra era esférica ya era un hecho indiscutible para la mayoría de los eruditos. A modo de ejemplo cabe
citar que el astrónomo persa Abu Rayhan Al-Biruni o Al Biruni. (973d.C. - 1048 d.C.), desarrolló una fórmula muy sencilla que
le permitió calcular el radio terrestre. El valor por él obtenido de 6339,9 km
difiere muy poco de admitido actualmente de 6371 km a 45º de latitud y de
6353,41 km a la altura de Nardana en la India.
Erdapfel, obrante en el Museo Nacional Germano en Nuremberg, imagen
tomada de Wikipedia.
Ya en la Edad Moderna (entre 1453 y 1789), caracterizada por un resurgimiento del interés por el arte, la ciencia, la literatura y la filosofía; las ideas se difundieron rápidamente gracias al invento de la imprenta atribuida al alemán Johannes Gutenberg alrededor de 1440; antes, el chino Bi Sheng en entre el 1040 y el 1048 había inventado un sistema de tipos móviles de porcelana. Se considera que la Biblia fue uno de los primeros libros impresos por Gutenberg alrededor del 1456. Inicialmente se imprimieron unas 180 copias de esa Biblia, 45 en pergamino (material de piel animal, oveja o cabra preferentemente, adaptado para la escritura) y el resto en papel. El primer libro científico impreso de astronomía fue “Sobre las Revoluciones de las Esferas Celestes” de Nicolás Copérnico (1473-1543), publicado en 1543; cuentan que Copérnico recibió una copia de su libro el mismo día que murió, el 24 de mayo de 1543, y es famoso por contener la teoría heliocéntrica. De esta obra se imprimieron alrededor de 400 a 500 copias.
Para
cuando se inventó la imprenta se estima que sólo entre el 5 % y el 10 % de la
población europea sabía leer y escribir; este privilegio era más común entre los clérigos, los nobles y algunos
comerciantes.
Se
piensa que alrededor del año 1550 la población de Europa era de aproximadamente
70 millones de personas. Una rápida cuenta nos permite inferir que pocas
personas tenían acceso al conocimiento científico; en el caso de la tirada del
libro de Copérnico, el cálculo más optimista da un libro cada 14.000 personas
que sabían leer y escribir.
La
impresión de libros se difundió con rapidez en el continente europeo, y el
conocimiento científico atravesó fronteras expandiéndose significativamente durante
el Medievo, ya en 1609 Johannes Kepler
(1571-1630) publicó en Praga su libro ”Astronomía Nova” en el que expone su
descubrimiento sobre las órbitas elípticas de los planeta, en contraposición a
las órbitas circulares planteadas por Copérnico. Se desconoce el número de
ejemplares impresos, pero se presume que al igual que otras obras de esa época
sólo se publicaron unos pocos cientos de libros.
Más tarde en 1687, en Londres, Isaac Newton (1642-1727) publica su libro “Philosophia Naturalis
Principiae Mathemática”, considerado por muchos una de las obras más
importantes en la historia de la ciencia moderna, donde presenta sus leyes del
movimiento y la ley de la gravitación universal.
Contemporáneo de Newton, el astrónomo, geógrafo e
ingeniero ítalo francés Giovanni
Doménico Cassini (1625-1712), también teorizó sobre la forma de la Tierra,
él realizó mediciones geodésicas en Francia cuyos resultados parecían sugerir
que la Tierra era un esferoide prolato, es decir con el eje polar más largo que
el ecuatorial, en neta oposición a lo expuesto por Newton.
La controversia estaba planteada. Lo que empezó como un debate académico terminó
convirtiéndose en "un asunto
de Estado entre Inglaterra y Francia", reflejando la rivalidad que existía
en ese entonces entre ambos países.
Para dirimir esta
cuestión, que llevaba varios años en disputa; y que tanto Newton como Cassini
no pudieron comprobar en vida; la Academia de Ciencias de París, con apoyo
financiero del rey de Francia Luis XV, organizó dos expediciones para medir la
longitud de un grado del arco meridiano terrestre en diferentes latitudes. Es
decir, si la Tierra era achatada en sus polos (esferoide oblato), un grado de meridiano
en la región polar debería ser más largo que en la zona ecuatorial; y viceversa
si la Tierra era prolata, o sea de forma similar a una pelota de rugby. A esta
aventura científica se la conoce como la Misión Geodésica Francesa, y en el
mapa siguiente se ilustra sobre la ubicación de los lugares donde se realizaron
las mediciones.
¿Quién sería el dueño de la verdad?, el inglés o el italiano nacionalizado francés.
La primera expedición partió en 1735 con destino al Virreinato del Perú, región de La Real Audiencia de Quito, en territorio que hoy es la República del Ecuador, estaba integrada por unas 10 a 12 personas lideradas por Charles Marie de La Condamine, participando del grupo científicos de la talla de los astrónomos Pierre Bouguer y Louis Godin, contó además con la participación de los españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, y colaboradores locales.
La misión tenía como
objetivo principal obtener un número que represente la longitud del arco
meridiano correspondiente a un grado en esa zona. Durante los nueve años que
duró la expedición enfrenaron dificultades significativas de distinto tipo,
como climáticas, geográficas, sociales y financieras; tanto es así que varios
científicos tuvieron destinos trágicos, como Jean Seniergue, el
médico del grupo, que murió, se supone acuchillado, Luis Godin desapareció en
la selva y Pierre Bouguer falleció al caer de un campanario.
El grupo expedicionario debió pasar enormes
vicisitudes para lograr calcular el anhelado número de 111,3 km para un grado de latitud, con un error de sólo unos 700m
respecto del real de 110,6 km aproximadamente. Pero, el esfuerzo no les resultó
para nada meritorio, ya que la teoría que debían verificar había sido
comprobada siete años antes por el otro grupo investigador enviado a Laponia.
La segunda expedición partió un año después en 1736, y se dirigió a Laponia, con mayor precisión a la región de
Tornio, en el norte de Finlandia; pero,
como ya se dijo precedentemente, no obstante ser la segunda en salir, fue la
primera en obtener el resultado probatorio de la teoría de Newton. Siete fueron
los integrantes, liderados por el matemático francés Pierre Louis Moreau de
Maupertuis, contando además con miembros destacados como Anders Celcius,
astrónomo sueco, conocido por la escala de temperatura Celcius y Charles
Étienne Louis Camus, matemático e ingeniero francés entre otros, siendo siete
personas el total de los integrantes.
Gracias a las menores
dificultades del territorio, comparadas
con la expedición al Perú, esta misión científica pudo concretar su labor en
poco más de un año; partieron en mayo de 1736 y regresaron en junio de 1737. El
número ansiado del valor de un grado de latitud polar por ellos obtenido fue de
111,95 km, según la mediciones
modernas un grado de latitud en Laponia es de aproximadamente 111,10 km, es
decir que el error cometido fue de unos 850 m, poco significativo para la época.
Este resultado fue comparado con otro medido en París de 111,15 km; el resultado de la comparación dio fin a la
controversia, Newton tenía razón, la Tierra es achatada en sus polos.
Un tiempo después, el pensador francés Voltaire (1694-1778), dijo: “Han confirmado en lugares lejanos y aburridos lo que Newton descubrió sin salir de su casa”.
Se necesitaron unos 2300 años para comprobar definitivamente que la forma de la Tierra, aproximadamente esférica, “es un esferoide de revolución achatado en sus polos o esferoide oblato”, con una diferencia de 21 km más corto el radio polar que el ecuatorial.
Hubo que esperar
unos 200 años más, hasta 1946, cuando el 24 de octubre, un cohete V2
norteamericano capturó una vista de la Tierra desde una altitud de 105 km.
Posteriormente en 1959 el satélite Explorer 6 de la NASA obtuvo la primer
fotografía de la Tierra desde un satélite en órbita.
Imagen alegórica creada por IA
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Muy bueno
ResponderBorrarExcelente artículo, muchas Gracias Julio por acercar tanta información y que sea accesible a todos. Saludos Mauricio
ResponderBorrarExcelente informacion. Muchas Gracias
ResponderBorrarSigo compartiendo tu trabajo, cada vez que lo releo encuentro o afirmó algo más . Recordé, por ejemplo, haber conocido las salinas de Península de Valdez...
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